Hermano Gilberto
10 de febrero de 2016
Mensaje escrito por el Hermano, en la celebración de su 90 aniversario.
Me han llamado… “Don Gilberto”, pero a decir verdad me
presento ante ustedes como el “Hermano Gilberto”, porque el sustantivo Hermano
evoca la esencia de mi vocación religiosa y la cercanía familiar con todas las
personas con las que he tenido la dicha de caminar juntos durante estas 9
décadas de mi existir.
Aquel hermoso día, del 14 de abril de 1925, en Saltillo,
Coah., vi la luz primera y la sonrisa de mis padres: Guadalupe Martínez y Sara
Soto, quienes me brindaron un hogar cristiano… y me encaminaron al Colegio
Ignacio Zaragoza dirigido por los Hermanos.
Allí es donde el Señor me esperó, a través del Hermano
Jaime Guadalupe Sotelo…En Observatorio #80, Tacubaya, un 28 de Junio de 1942,
víspera de San Pedro y San Pablo, recibí el Santo Hábito de los Hermanos de las
Escuelas Cristianas…
Recibí de Dios el don del educador… y en la “santa
obediencia” fui enviado para iniciar mi vida apostólica como maestro titular de
1er. Grado de Primaria en el Colegio Miguel Febres Cordero en la ciudad de
Guadalajara, Jalisco… pronto mis superiores me confiaron puestos de importancia
en la dirección de varios Colegios: Cristóbal Colón, Mier y Pesado, Simón
Bolívar, Vasco de Quiroga en la Piedad,
Mich., y en tres ocasiones tuve el privilegio de ocuparme de los Colegios La
Salle en este grata ciudad de León, Gto.
En la vida de todo hombre, el Señor se hace presente con
diversos rostros que nos muestran su misericordia. Uno de ellos es el del
sufrimiento, expresado en sus mismas palabras: “toma tu cruz y sígueme”. Mi
vida no fue la excepción, conocí la hora de la pasión y del sufrimiento, y
comprendí aquellas palabras de Pablo en mi propia corporalidad cuando se
refiere a “completar la pasión de Cristo en su misma carne”. Misterio de dolor
y gracia que purifica y acrisola nuestra vida cristiana.
La edad trae consigo nuevas formas de apostolado, ya no
la presencia efectiva en la escuela, pero sí algo aún más valioso ante la
mirada del Dios providente, el orar, orar, orar incansablemente por la “Obra de
Dios que es también la nuestra” y que reclama operarios sin importar la edad.
90 años, abro mi Biblia y leo en Pablo aquellas líneas
que dirige a la comunidad del Corinto y a su discípulo Timoteo… con la metáfora
del corredor que en el estadio persigue el premio “Corran, nos dice, de
tal manera que ganen el premio”.
El tiempo y la hora dependen de Dios, hoy es tiempo de
ponerse en sus manos, tiempo de optimismo y de alegría por el don recibido cada
día de un nuevo amanecer. Tiempo de reconocer el paso de Dios y de vivir
agradecido por la oportunidad de conocer y querer a tanta gente buena que han
sido cercanos, amigos, colaboradores, y Hermanos a lo largo de estos años y a
quienes llevo en mi corazón.
Quiero hacer mío el pensamiento del Obispo brasileño
Pedro Casaldáliga:
“Al final del camino me dirán: ¿Has vivido? ¿Has amado? Y
yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres”.
Fraternalmente,
Hermano Gilberto Martínez Soto.